Columna El Líbero, 23.12.2023 Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE
Poca publicidad recibió el nuevo Acuerdo entre Chile y la Unión Europea firmado por el canciller Van Klaveren en Bruselas el 13 de diciembre. En 2002 habíamos suscrito un Acuerdo de Asociación con ellos, que cumplió su ciclo y que ahora lo llamamos Acuerdo Marco Avanzado (AMA). Nombres más, nombres menos, lo importante es que una vez ratificado en Chile y en el conjunto de la UE el AMA representará un cambio de tipo estratégico en nuestras relaciones con el mayor, más exitoso e influyente sistema de integración política y económica del mundo. La UE es el principal inversionista externo en Chile y compartimos con ellos nuestra pertenencia a occidente y su extenso esquema de valores.
Las negociaciones con Bruselas para el AMA las iniciamos el 2017 y concluyeron a fines del 2021, durante la administración del expresidente Piñera. Cuando asumió el presidente Boric sobrevino (principalmente por motivos ideológicos nuestros) una parálisis, seguida de nuevas negociaciones. Después, temas administrativos europeos dilataron la firma por un año más, hasta ahora. Desde un comienzo este Acuerdo (que en realidad son dos) comprendía una visión amplia de las relaciones y abordaba temas como cambio climático, economía digital, transición energética. Luego le agregamos asuntos como ciberseguridad, blanqueo de capitales, financiamiento del terrorismo y temas propios de las sensibilidades de esta administración, entre otros.
Este es más que un acuerdo comercial. Es un instrumento que marca directrices para el conjunto del Estado en un proceso de complementación y cooperación con la UE. Desde el 2002 abarca un capítulo para el diálogo parlamentario, asuntos de cooperación, científicos, etc.
De ahí la importancia política del AMA, que renueva y amplía un marco de alto nivel para las relaciones futuras entre los 27 miembros -con sus 450 millones de habitantes, son la tercera economía del mundo y detentan un per cápita de casi US$ 47.000- y Chile. Además, fija dichos estándares para países candidatos a integrarse en la Unión, como Ucrania, Bosnia, Moldavia, Georgia y otros.
Necesitamos una cooperación y coordinación con Europa ahora, ante una multitud de desafíos presentes y futuros que enfrentamos como sociedades occidentales. En lo internacional, vivimos una época de crecientes y peligrosas tensiones geopolíticas globales y regionales; cambio climático; la imparable transformación energética; una posible modificación de rutas marítimas mundiales, etc. Lo anterior se agrega a una sostenida inmigración; la globalización del crimen; la crisis de credibilidad que sufren los cuerpos intermedios de la sociedad; el auge del individuo y sus apetencias como medida universal, todos fenómenos que interpelan a nuestras sociedades desde la política interna. El Acuerdo responde a algunos de estos fenómenos al ampliar el diálogo a temas como la seguridad internacional, la defensa del multilateralismo, o la seguridad de los ciudadanos.
En el campo comercial, Chile necesita una mayor diversificación de mercados y de sus cadenas de valor. El Acuerdo elimina casi todos los aranceles (99,6%); borra trabas a determinados productos agroalimentarios; mejora el acceso a proveedores de servicios; establece igualdad de trato para inversores; da más facilidades a las pymes para exportar a la UE; reconoce indicaciones geográficas a productos agrícolas nuestros, etc. En otras palabras, Chile y la UE se comprometen con el mantenimiento de sus economías abiertas al comercio y la inversión en un mundo cada vez más proteccionista. Este pilar comercial del AMA debería ser ratificado en Europa únicamente por el Parlamento Europeo de modo que su entrada en vigor no espere a que el proceso concluya en los 27 países. Nosotros deberíamos hacer lo propio cuanto antes.
Cuando suscribimos el primer Acuerdo con la UE en 2002, la Unión era el primer socio comercial de Chile. En los años siguientes las relaciones comerciales experimentaron un crecimiento sostenido hasta poco antes de finalizar dicha década. Después, tanto ellos como nosotros desplazamos el eje de nuestras relaciones comerciales hacia Asia, y China se convirtió en el foco de atención de ambos modificando muchas de nuestras cadenas de valor. Así, la UE pasó del primer al tercer lugar entre nuestros principales socios. ¡Qué decir del insignificante 37o lugar que ocupamos nosotros como socios de la Unión!
A lo largo de los años muchas disposiciones comerciales del Acuerdo de 2002 resultaron ser limitantes y ahora resultarían subsanadas con el AMA. De acuerdo a un informe de la Comisión Europea emitido el 2017, el comercio de productos agrícolas y alimentarios no se completó nunca. Otras disposiciones, como cuotas, no se usaron a cabalidad. Unas 500 líneas arancelarias habían quedado excluidas en el Acuerdo original. Varias regulaciones quedaron obsoletas como las de normas de origen, disposiciones aduaneras y facilitación del comercio. Faltaron entonces mayores medidas para abordar barreras no arancelarias para productos industriales y agroalimentarios. No se protegieron indicaciones geográficas de productos alimenticios. En fin, existe una multiplicidad de asuntos que se corrigen en el texto actual y que permiten vislumbrar el AMA como una nueva oportunidad en la relación comercial con Europa.
Respondiendo a sus desafíos geopolíticos el AMA facilitará la inversión de la UE en Chile en temas como economía digital, energía, transporte, cadenas de suministro sustentable de materias primas críticas para enfrentar el calentamiento global y, sobre todo, el tipo de desarrollo futuro. Para ello, se creó en Bruselas la llamada Global Gateway Investment Agenda, que movilizará alrededor de 300.000 millones de euros de inversión sustentable en el mundo entre 2021 y 2027, generando las condiciones para reducir el déficit de inversión a nivel global. En el caso de Chile, la iniciativa europea incluye el apoyo a proyectos tales como el desarrollo de cadenas de valor de materias primas críticas para el litio y el cobre, y la producción de hidrógeno verde.
El AMA representa para nosotros una nueva oportunidad para relacionarnos con la UE de manera más decidida, sin dejar de lado nuestra condición de país latinoamericano y la defensa de nuestros intereses aquí, los que constituirán siempre la primera línea de nuestra política exterior. Tampoco supone dejar atrás nuestros mercados en América del Norte, Asia y el Pacífico. La mayor interacción de Chile con la UE no está inscrita en un juego suma cero con respecto a ninguno de nuestros socios. Por el contrario, supone dimensiones que deben potenciarse recíprocamente.
Comparativamente con los países miembros de Mercosur, que llevan entrampados más de veinte años para la firma de un Acuerdo con la Unión Europa, el AMA demoró poco desde que se comenzó a negociar hasta que se suscribió, a pesar del famoso “estallido” y a los reparos iniciales de esta administración. Al Mercosur le queda todavía un tiempo largo. A Francia no le acaba de gustar el texto actual por sus cláusulas ambientales y para evitar las críticas de su sector agrícola. Imagino que la Bolivia del presidente Arce, recientemente incorporada como caballo de Troya al Mercosur, también va a poner sus condiciones. Espero, por el bien de Chile, que nuestros partidos políticos sean más responsables que franceses y bolivianos cuando este Acuerdo se someta a discusión parlamentaria.