Uruguay y China

Columna
Infobae, 10.08.2022
Felipe Frydman, economista argentino, exembajador y consultor del CARI
El modelo uruguayo de bajos impuestos contrasta con los de Argentina y Brasil y constituye un fuerte atractivo para la radicación del domicilio fiscal

El presidente de Uruguay anunció que el estudio de factibilidad del Acuerdo de Libre Comercio con China arrojó un resultado positivo, despejando el camino para iniciar las negociaciones. En realidad, no se podía esperar otro resultado porque el supuesto de disminuir los aranceles de importación hasta su eliminación produce siempre un aumento del bienestar general.

Como lo manifestara el Primer Mandatario, el objetivo inicial de la negociación es equiparar las condiciones de importación con las de otros competidores como Australia y Nueva Zelanda, cuyos acuerdos entraron en vigencia en 2015 y 2008, respectivamente. EEUU, que también es un competidor, enfrenta en estos momentos aranceles elevados como consecuencia del conflicto comercial entre ambos países.

Las exportaciones uruguayas a China en 2021 fueron de 2576 millones y representaron el 27% del total. El 67% de esas exportaciones correspondieron a carne vacuna que afrontan un arancel del 8%; el 8,6%, a maderas y sus productos con arancel 0; el 7,3%, a oleaginosos con arancel 0; el 6,3%, a lácteos con arancel del 10%, y un 4,4%, de animales vivos para cría con arancel 0. Las posibilidades de eliminar los aranceles para carnes y lácteos implicaría para la industria uruguaya una ganancia adicional aproximada de 200 millones, al igualar las condiciones con los proveedores habituales. Estos sectores serían los más beneficiados de un acuerdo de libre comercio entre ambos países con posibilidades de crecer en el futuro.

Uruguay también prevé un beneficio como consecuencia de los menores precios de las importaciones. Este país considera que el Arancel Externo Común del MERCOSUR responde a las necesidades de proteger la industria de Brasil y la Argentina, obligando a los otros socios a pagar costos superiores a los vigentes en el mercado internacional para los mismos productos. La apertura con China favorecería las importaciones de ese origen y podrían desplazar las provenientes de sus vecinos. Uruguay importó del MERCOSUR en 2021, 3509 millones que representaron el 34% del total, mientras que solo exportó 2374 millones, con un déficit de 1135 millones, mientras obtuvo un superávit de 579 millones con China. Los primeros cuatro rubros que Uruguay exporta al MS (combustibles, productos de la molienda, vehículos y plásticos) tiene ese único destino. En cambio, en los siguientes, que tienen una participación del 58% en el total, no posee posibilidades de exportarlos al mercado común porque también integran la estructura exportadora del conjunto. Esta conformación similar no complementaria siempre representó un obstáculo para profundizar la integración y aumentar el porcentaje del comercio intrazonal.

Los ALC constituyen también un estímulo para inversiones industriales y servicios financieros e informáticos. Sin embargo, estas posibilidades no serían muy diferentes a las condiciones ya vigentes en las once zonas francas, donde las empresas instaladas disfrutan de regímenes tributarios muy favorables y facilidades para las operaciones de comercio exterior. La implementación demandará reglas de origen estrictas para evitar que se conviertan en una vía para eludir el AEC en los otros países miembros. El modelo de bajos impuestos contrasta con los de Argentina y Brasil y constituye un fuerte atractivo para la radicación del domicilio fiscal.

La decisión de Uruguay de abrir mercados para sus exportaciones puede sustentarse en la necesidad de superar las limitaciones para su crecimiento, pero también responde al convencimiento de que la mayor competencia representa un desafío para sus empresarios, poniéndolos en la disyuntiva de invertir para mejorar su productividad y la capacidad de competir en el mercado internacional tendiendo como ejemplos el derrotero seguido por Australia y Nueva Zelanda. El planteo de Uruguay debería analizarse no solo a partir de las conclusiones de los estudios de factibilidad, sino también desde la perspectiva del futuro del MERCOSUR para insertarse en el mercado mundial.

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