¿Y después del NO colombiano?

Columna
La Tercera, 06.10.2016
Juan Salazar Sparks, embajador (r) y director ejecutivo de CEPERI
(BBC)

(BBC)

Gran sorpresa e inesperado resultado del plebiscito colombiano. Se ha votado en contra de los acuerdos de paz y abierto un clima de incertidumbre en el país. Como no hay plan B, lo que se viene es un ¿Y ahora qué?

El referéndum no era vinculante, pero el gobierno quería legitimar sus negociaciones con la guerrilla. Ahora, el presidente Santos corre para reabrir el proceso de paz, contando con la buena disposición de oposición y guerrilla.

Hay razones de sobra para explicar el rechazo ciudadano: 1) La estrategia de que el No significaba la llegada de la guerra a las ciudades, no fue aceptada por la opinión pública; 2) La salida del Procurador Alejandro Ordóñez hizo daño, porque la gente le creyó de que era el resultado de un pacto en La Habana; 3) La fanfarria de la firma en Cartagena fue tomada como un acto de triunfalismo anticipado; y 5) La política gubernamental de hechos consumados fue repudiada por la gente.

Una primera lectura "a la chilena" (pesimista), podría decirnos que Colombia está altamente polarizada, que existe una divisoria entre la periferia y el interior del país, que triunfó el miedo sobre la esperanza, que la guerra puede reanudarse (pasó antes), y que el presidente Santos perdió y el ex presidente-senador Uribe ganó. Sin embargo, tal enfoque omite una serie de particularidades colombianas.

Primero, la conciencia cívica y valentía de los colombianos para rechazar los acuerdos y no la paz. El civismo, por reconocer la impunidad de las FARC, que atormentaron al país durante 50 años a costa de muertos, desaparecidos y desplazados. La calle quiere fin a la violencia, pero también que los criminales, narcotraficantes y terroristas sean juzgados por delitos de lesa humanidad. Lo cuestionable es la cantidad de beneficios para la guerrilla y las concesiones para su participación en política. La valentía de los colombianos es: “si hemos esperado tanto, podemos esperar un poco más”.

Segundo, el error de haber hecho las negociaciones en La Habana, capital de la tiranía en América Latina y donde se trabajó con poca transparencia. El gobierno y las FARC negociaron con decisiones unilaterales, aplaudidas ruidosamente por entes internacionales, el anfitrión cubano, sus socios chavistas, y varios gobiernos sudamericanos, pero indiferentes de los afectados: los colombianos.

Tercero, la pacificación de Colombia a raja tabla: la entrega de las armas a cambio de territorios liberados, amnistía y reconversión en partido político de las FARC (curules parlamentarios sin votación popular). El sueño de Pablo Escobar: "poder económico + poder político".

Los desafíos son enormes y los próximos meses serán claves para el destino del proceso de paz. El presidente Santos tendrá que mostrar toda su habilidad en reencauzar las negociaciones y obtener mayores concesiones de las FARC. El grupo guerrillero, si bien desgastado militarmente, todavía posee un inmenso poderío económico fruto del narcotráfico y actividades ilegales con las "Bandas Criminales Emergentes". Su problema será evitar la secesión de cabecillas que continúen la lucha por motivos "ideológicos" o "comerciales". Es importante que los líderes de la oposición (Uribe) colaboren estrechamente con el gobierno y posterguen sus apetencias presidenciales, a fin de garantizar la estabilidad del país. Y, finalmente, están las organizaciones internacionales y los gobiernos acompañantes y amigos. Salvo Human Rights Watch, que alertó sobre los "graves defectos a corregir", los demás mostraron posturas indulgentes con las violaciones. Es de esperar que nuestro Canciller no vuelva a interferir en asuntos internos y se inhiba de predicar lo que es o no políticamente correcto.

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