Análisis de una ‘Operación Especial Militar’

Artículo
Centro de Estudios Estratégicos y Aeroespaciales (CEEA), 01.08.2028
Luis Palma Castillo, embajador (r) e investigador Asociado del CEEA

Aunque el Kremlin denominó “Operación Especial Militar” la invasión a Ucrania, en el Derecho Internacional es simplemente una agresión bélica a otro Estado, originando la guerra entre Rusia y Ucrania que ya lleva más de 500 días y permanece sin vislumbrar un resultado a pesar de los territorios conquistados por Moscú en el este de Ucrania, los poblados y ciudades destruidas, la muerte de una gran cantidad de la población civil y la migración que ha impulsado este conflicto. El pueblo ucraniano resiste de manera espartana y los rusos desesperados buscan la manera de doblegar esta resistencia y, al parecer, cada día se complica, aún más, esta “operación” para ellos.

Al respecto, la historia enseña mucho y para ello hay que leerla y asimilar sus lecciones. Existen numerosos casos de erradas decisiones políticas que no ha generado lo que se pretendía lograr, basta con recordar –sin ir muy lejos en el tiempo- la decisión de Hitler de invadir a la Unión Soviética, en junio de 1942, acción que provocó la derrota de la Wehrmacht y el inicio del fin del nazismo. También, se puede mencionar la decisión de Nasser de arrinconar a Israel en las semanas previas al 6 de junio de 1967, al bloquear el estrecho de Tirán, impidiendo el tráfico de los buques al puerto de Eilat y, a la vez, solicitando al secretario general de la ONU que retirara a la “United Nations Emergency Force” de la frontera entre Israel y Egipto, generando con estas impericias decisiones la rápida reacción preventiva de Israel que significó para los egipcios la pérdida de toda la península del Sinaí y la Franja de Gaza, en solo 6 días.

Al término de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética, vencedores de este conflicto, se enfrentaron de inmediato en una disputa ideológica. En un comienzo, Washington ejerció el monopolio nuclear, pero esta ventaja estratégica fue breve y compleja para EE.UU., los comunistas, en febrero de 1948, se tomaron el poder en Checoslovaquia, luego vino el bloqueo a Berlín por parte del Ejército soviético, en agosto de 1949 la URSS hizo detonar su primer artefacto nuclear y el 1 de octubre de ese año las fuerzas comunistas de Mao Zedong se consolidaron en China con excepción de la isla de Formosa.

Ante los sucesos que se iban presentando, Washington decidió crear, en abril de 1949, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), alianza militar destinada a impedir la expansión del comunismo y defender a los países libres y democráticos.

Esta confrontación entre EE.UU. y la URSS, dio origen a la llamada “Guerra Fría”, que se extendió hasta la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989 y la desaparición de la Unión Soviética en diciembre de 1991. Con la llegada al poder en 1985 de Mikhail Sergeyevich Gorbachov, el séptimo en la sucesión de Lenin, puso en marcha un sistema de reformas como la “perestroika” y “glasnost” y, al mismo tiempo, buscó encontrar un entendimiento con Occidente para bajar las tensiones del enfrentamiento y establecer un diálogo de paz. Muestra de esta voluntad fue la firma en 1987 del tratado INF (Intermediate –Range Nuclear Forces) entre Gorbachov y Ronald Reagan. La nueva administración de George H. W. Bush, en los primeros meses fue cauta frente a la Unión Soviética, temía que el proceso que internamente se estaba llevando a cabo podría ser revertido y Gorbachov reemplazado por algún “duro” de la vieja nomenklatura. No obstante, en septiembre de 1990, el canciller soviético Eduard Ambrosievich Shevardnadze visitó al secretario de Estado, James Baker en Wyoming, con el propósito de obtener de la nueva administración un público apoyo al proceso que vivía la Unión Soviética. Persiguiendo este objetivo y para agradar a las nuevas autoridades de la Casa Blanca, el canciller soviético concedió, a cambio de nada, el desmantelamiento de la estación de radar para el rastreo de misiles que tenían en Krasnoyarsk, Siberia, porque ésta contravenía lo pactado en el tratado Anti Ballistic Misiles (ABM) de 1972. Por su parte, Estados Unidos, continuó con sus estaciones de radares instaladas en Thule, Groelandia y en Fylingdales, Gran Bretaña.

El primer encuentro entre Bush y Gorbachov se realizó el 2 de diciembre de 1989, a bordo del buque soviético “Maxim Gorki”, que se encontraba en el puerto de La Valletta, en la isla de Malta. En esa oportunidad, Bush le señaló a Gorbachov que Estados Unidos les daría asesoramiento económico y apoyaría a la Unión Soviética para que ingresara en calidad de observador al General Agreement on Tariffs and Trade (GATT). También, le manifestó el deseo de iniciar rápidamente negociaciones para la reducción de las armas estratégicas, Strategic Arms Reduction Treaty (START), asimismo, le expresó el interés de llegar a acuerdos para la destrucción de las armas químicas y la reducción de las fuerzas convencionales en Europa, Conventional Forces in Europe (CFE).

El día 3 de diciembre, se volvieron a reunir en el “Maxim Gorky”. En este encuentro Gorbachov le solicitó a Bush que cuando se refiriera a los cambios de Europa del Este, no empleara la expresión del “triunfo de los valores occidentales”. ¿“Por qué tienen que decir occidentales? Nosotros, también tenemos estos valores”. Bush estuvo de acuerdo y sugirió que se refirieran a ellos como “valores democráticos”, Gorbachov aceptó esta terminología. En Malta, no se firmaron acuerdos, pero la reunión marcó un simbólico fin de la Guerra Fría. El vocero de Gorbachov, Gennadi Gerasimov - tan gráfico para sus declaraciones - comentó: “Hemos enterrado la Guerra Fría en el fondo del mar Mediterráneo”.

Entre el 30 de mayo y el 2 de junio, Gorbachov se reunió con Bush, esta vez en Washington y Camp David. Según el líder soviético, Bush le habría expresado que Estados Unidos estaba por la incorporación de la Alemania unida a la OTAN, pero que serían los propios alemanes los que tendrían que resolver este asunto. Todo indica que fue en esta reunión donde se selló que la nueva Alemania continuaría siendo miembro de la Alianza Atlántica y no permanecería neutral, como era el deseo de Moscú.

La conducción de la política exterior de la Unión Soviética en este período estuvo desorientada y débil, la convulsión interna que sufría el país se reflejaba en los acuerdos que Gorbachov aceptaba. Según Anatoly Fyodorovich Dobrynin, exembajador soviético ante la Casa Blanca, el líder soviético empezó a improvisar cada vez más y, sin consultar a los expertos, aceptó súbitos compromisos que a menudo no fueron considerados por la cúpula militar, sino simplemente como concesiones unilaterales a Washington.

Respecto a la aceptación por parte de Gorbachov para que rápidamente se iniciara el proceso de la unificación de Alemania y la carencia de un sistema de seguridad europeo que contemplara la activa participación de Moscú, el diplomático soviético fue categórico: “Pero él ya había jugado su mejor carta al apresurarse a aceptar la reunificación de Alemania y Occidente no tenía ninguna prisa por sacarlo del atolladero”.

La ayuda prometida no llegó y algunos dineros que se concedieron estuvieron dirigidos, especialmente a ayudar al proceso de destrucción de las armas nucleares o convertir la industria de armamentos en elaboradora de productos civiles, lo que en ruso se usó el término konversiya. Por otra parte, Estados Unidos, aprovechando la “quebrada” Rusia con sus guerras contra Chechenya y en su búsqueda de una nueva institucionalidad, lanzó un programa de cooperación bilateral individual, el “Partnership for Peace” (PfP), que se estableció en 1994, orientado -fundamentalmente - a los países de Europa del Este para que iniciaran sus relaciones con la OTAN. Rápidamente, los países de la ex - órbita soviética se fueron incorporando a la alianza militar.

Aunque la ex Unión Soviética fue derrotada en esta confrontación y su imperio fracturado, Moscú continuó siendo miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, con su derecho a veto y, además, mantuvo su arsenal nuclear. A pesar de estar disminuida como gran potencia, continuó siendo un actor en la política internacional. Nuevas tensiones entre Moscú y la Alianza Atlántica surgieron con la cumbre de la OTAN efectuada en Bucarest, en abril de 2008, donde se acordó que podían ingresar a la Alianza, Ucrania y Georgia. El Kremlin rechazó esta iniciativa indicando que la incorporación de estas dos repúblicas a la OTAN presentaba una amenaza para su seguridad al tener en sus fronteras a tropas de la Alianza Atlántica.

Vladimir Vladimirovich Putin, fue electo por segunda vez como presidente en 2012 y asumió con la intención de recuperar para la Federación Rusa la imagen que tenía la ex URSS. Frente al problema que existía en las provincias Lugansk y Donetsk en el este de Ucrania, optó primeramente en 2014, anexar la península de Crimea, después de un referéndum que nadie reconoció. En la guerra civil de Siria, en septiembre de 2015, envió unidades militares y fuerza aérea para apoyar al régimen de Bashar al-Assad, manteniendo de este modo su base naval en Tartús y una aérea en Jmeimim. Además, ha estado ayudando algunos países africanos con el grupo mercenario Wagner.

Intentando comprender el pensamiento de Putin y su determinación de lanzar la Operación Especial para invadir Ucrania, es probable que haya pensado, si en la anexión de Crimea no hubo reacción militar de parte de Ucrania; solamente condenas, más la aplicación de un embargo comercial y sanciones económicas de parte de la comunidad internacional, entonces concluyó que, el riesgo de esta decisión no sería mayor. Se sumaría a este racionamiento, la situación que experimentaba la OTAN, recordemos que Donald Trump no era partidario de seguir contribuyendo con dólares a esta Alianza. Es conocido que el propósito de Putin era atacar a Ucrania y, en un par de semanas, derribar el gobierno de Volodymyr Zelensky e instalar una autoridad pro-Moscú. En esta clara y simple conjetura, Putin deber haber pensado que desvanecería las pretensiones de Ucrania de integrar la OTAN y alejaría la amenaza que representaría la Alianza Atlántica de estar cerca de Moscú. La realpolitik sostiene que es necesario incrementar el poder para defender el interés nacional. Además, esta escuela del estudio de las relaciones internacionales contempla - entre otros asuntos - un ejercicio de cálculos, variables que se deben cotejar para una planificación militar. Es más, uno de los errores fundamentales de Putin fue no evaluar la capacidad de resistencia del pueblo ucraniano y la habilidad de Zelensky para erigirse como un verdadero líder de su nación. A lo anterior, debe agregarse la incapacidad exhibida por las fuerzas rusas para cumplir los objetivos militares que se les asignó. Sin duda, el Kremlin estimó que esta confrontación sería corta y que rápidamente se lograrían los objetivos deseados.

Con esta equivocada decisión de Putin, su país se encuentra empantanado en una guerra que la gran mayoría de los rusos no desea; su economía se ha deteriorado, no solo por las sanciones aplicadas, sino también por lo que significa el desgaste para un país el mantener una guerra por tan largo tiempo. Internamente, Putin ha sufrido un tremendo debilitamiento político, incluso hubo una seria amenaza a su gobierno con la actitud asumida por Yevgueni Prigozhin, jefe del Grupo Wagner, de cuestionar el mando militar que dirige la guerra contra Ucrania.

Ahora, la controvertida OTAN que en un momento se veía algo frágil y desinteresada en este conflicto, experimentó un cambio profundo de actitud, que se reflejó en la reciente cumbre en Vilna. Primeramente, se aceptó el ingreso de Finlandia y, a la vez, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, dio su aprobación para que Suecia también se incorpore a la Alianza. Con el ingreso de Finlandia a la Alianza, que por décadas este país fue neutral y dio una cierta seguridad a los rusos, hoy la situación geopolítica varió en detrimento para Moscú. Las fuerzas finesas, quedan a sólo a 300 kms. del enclave ruso de Kalingrado y, con el próximo ingreso de Suecia a la OTAN, su isla de Gotland le permitirá a Alianza Atlántica ejercer un mayor control en el Báltico y, al mismo tiempo, podrán dar un importante apoyo a las operaciones que se realizan en el Ártico.

Con la desacertada decisión de Putin de invadir Ucrania, no solo fortaleció al pueblo ucraniano, sino también lo hizo con la OTAN, y además, abrió un nuevo flanco en el noroeste de su país, complicando aún más la defensa de Rusia. Por su parte, la Alianza Atlántica en su comunicado del 11 de julio pasado, que contiene 90 puntos, es clara y categórica en los acuerdos adoptados en Lituania. En el punto 5, dice: “La paz en la zona euroatlántica se ha hecho añicos. La Federación Rusa ha violado las normas y principios que contribuyeron a un orden de seguridad europeo estable y predecible. La Federación Rusa es la amenaza más importante y directa para la seguridad de los Aliados y para la paz y la estabilidad en el área euroatlántica”. Más adelante en el punto 7 dice: “Rusia tiene toda la responsabilidad por su guerra de agresión ilegal, injustificable y no provocada contra Ucrania, que ha socavado gravemente la seguridad euroatlántica y mundial y por la que debe rendir cuentas plenamente. No reconocemos y nunca reconoceremos las anexiones ilegales e ilegítimas de Rusia, incluida Crimea”. En el punto 8 señala: “Rusia debe poner fin de inmediato a esta guerra ilegal de agresión, cesar el uso de la fuerza contra Ucrania y retirar total e incondicionalmente todas sus fuerzas y equipos del territorio de Ucrania dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas, extendiéndose hasta sus aguas territoriales”.

En cuanto a la relación Ucrania y la OTAN, en el punto 11 indica: “Apoyamos plenamente el derecho de Ucrania a elegir sus propios arreglos de seguridad. El futuro de Ucrania está en la OTAN. Reafirmamos el compromiso que asumimos en la Cumbre de 2008 en Bucarest de que Ucrania se convertirá en miembro de la OTAN, y hoy reconocemos que el camino de Ucrania hacia la plena integración euroatlántica ha ido más allá de la necesidad del Plan de Acción de Membresía. Ucrania se ha vuelto cada vez más interoperable y políticamente integrada con la Alianza, y ha logrado un progreso sustancial en su camino de reforma”.

En este extenso comunicado, la Alianza menciona a todas las áreas donde existen conflictos o pueden originarse por alguna intervención de Rusia. Al respecto indica: “La OTAN apoya firmemente la soberanía y la integridad territorial de una Bosnia y Herzegovina estable. El compromiso continuo de la OTAN en Kosovo, incluso a través de la Fuerza de Kosovo dirigida por la OTAN (KFOR). Reiteramos nuestro apoyo a la integridad territorial y la soberanía de Georgia dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas. Reiteramos nuestro apoyo a la integridad territorial y la soberanía de la República de Moldova dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas y pedimos a Rusia que retire todas sus fuerzas estacionadas en la región de Transnistria sin el consentimiento de Moldova”.

Además, en esta cumbre celebrada recientemente en Lituania, la Alianza Atlántica invitó como observadores a cinco países de la región del Pacífico, manifestando en el comunicado: “El Indo-Pacífico es importante para la OTAN, dado que los acontecimientos en esa región pueden afectar directamente a la seguridad euroatlántica. Damos la bienvenida a la contribución de nuestros socios en la región de Asia y el Pacífico (Australia, Japón, Nueva Zelanda y la República de Corea) a la seguridad en el Euroatlántico”.

Después de su reunión en Vilna se puede observar que la Alianza Atlántica ha salido robustecida enviando mensajes claros y fuertes a Rusia, expresando que apoyará a todos los países amigos de ella estén o no dentro de lo que se considera el ámbito geográfico de la OTAN.

Por otra parte, y no menos importante, cómo es posible que en pleno siglo XXI estemos presenciando una guerra como la que sostienen Ucrania y Rusia, conflicto en el cual, entre otras cosas se ha destruido una presa y una planta nuclear, las que corren el peligro de ser bombardeada, y también, se amenace con el empleo de bombas nucleares tácticas. Al parecer, ha faltado interés para buscar una solución que comprometa a las partes involucradas a aceptar una paz definitiva, hay muchos actores internacionales que pueden mediar y ofrecer alternativas para una negociación, aunque han existido algunas iniciativas, estas no han prosperado porque para muchos solo es vital que Ucrania siga recibiendo armas y apoyo para su defensa. Bajo una óptica de realismo político y considerando lo expuesto, cabe preguntarse lo siguiente: ¿será conveniente para EE.UU. y la Alianza Atlántica que - política y militarmente - este conflicto continúe y Rusia prosiga - paulatinamente - desangrándose mientras el pueblo ucraniano se esfuerza y resiste heroicamente?

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