Cambiar el modelo o cambiar nosotros

Opinión
Chile B, 25.03.2014
Enrique Subercaseaux, ex diplomático chileno y gestor cultural
“Una sociedad en que cada individuo pinta su imagen y la adora”.
“Una sociedad en la que los niños sean verdugos, para que ningún adulto se manche las manos de  sangre”.
“Una sociedad en la que no hay mierda: todo se diluye en sus cuerpos. Son gentes sin sentimientos de culpa, sonrientes y voraces”.
Elias Canetti.

El correcto uso de lenguaje, aunque parezca obvio, es el trampolín para consensuar ideas dentro de la sociedad, o transformar nuestros impulsos vitales en acción. Una cosa es el individuo y su circunstancia y otra, diametralmente distinta, es una sociedad, que siempre es más que la sumatoria de todas sus individualidades. Es por ello que debemos ser cuidadosos con el término cambio, ya que parece más exacto y adecuado el de evolución, que indica un proceso gradual y considera  las experiencias acumulativas de una sociedad (que no pueden borrarse  por arte de magia).

Luego, hablamos del “modelo”. Este es un constructo societario: quizás diseñado por unos pocos, pero validado por la práctica de muchos, o de la totalidad de la sociedad. Pero, este armazón, que es obra humana, bien puede ser falible y susceptible de perfeccionamiento continuo: siendo,  a la larga, lo más sensato y practico. Plantear ideas de cambio y de rupturismo no considera el hecho indesmentible que es justamente el cambio absoluto lo que provoca inestabilidad y malestar en la sociedad. Los sistemas (o partidos)  políticos deben ser probados por el pueblo y éste debe amoldarse a ellos a través de un proceso gradual. Es en esta instancia donde siempre es esencial un debate ilustrado y de alturas. Tampoco es necesario inventar la rueda,  ya que, en realidad, no hay nada nuevo bajo el sol.

Esto de que la sociedad ha cambiado es una falacia. Lo que se constata es una evolución, por un lado, y una modernización del pensamiento que permite analizar la fenomenología de una manera distinta y bajo variables  que van evolucionando a medida que el acervo cultural del hombre se expande (mediante la ciencia, la investigación y el ámbito amplio de la imaginación). Prueba de ello es que aun hoy, muchos de nuestros textos centrales han sido escritos  hace más de 20 siglos (Platón, Aristóteles, y los demás griegos), o hace más de 5 (Maquiavelo, Shakespeare y otros) o hace más de uno (los filósofos alemanes, los clásicos rusos etc.). Este cuerpo creativo es, hasta hoy, central  para  entender y comprehender nuestra realidad.

No podemos desechar la sabiduría de antaño ni pretender reemplazarla por ideas de nuevo cuño, porque simplemente ellas no existen, en su esencia, ya que todo, en éste ámbito, fluye de conceptos  preexistentes.

En lo meramente político,buscar aislar iniciativas, desecharlas y cambiarlas por otras “más modernas” no es ni valido ni lleva a resultado alguno: la política agrupa a un núcleo humano alrededor de ideas y estas, para que sean más efectivas y expandan de verdad sus raíces en el individuo, deben contener  una resonancia ancestral y que ya formen parte del acervo cultural social. Las ideas de nuevo cuño, tardan en permear una sociedad y hay que consensuarlas con el tiempo, si se pretende que ellas se asienten en los “político”.

Al final, la evolución requiere de un liderazgo consciente e ilustrado, lo que no es siempre fácil o posible. De allí que el rupturismo y el cambio sean más fáciles y populares de plantear, abriendo paso a las utopías y a lo lírico dentro de la política, que  si bien sitúa  una hipotética meta dentro de la masa social, el camino para llegar a ella no está claro (por la ausencia de resonancias históricas de lo ya conocido) y porque el liderazgo es casi imposible de verbalizar ni de consensuar  dentro de un grupo humano que, por definición, seguirá a una figura señera.

En síntesis, es necesario buscar y promover un liderazgo de ideas que de verdad entienda la evolución de nuestra sociedad, considerando  su historia, su cultura (en la acepción de la R.A.E: Conjunto de conocimientos que permite al individuo ejercer  un proceso critico -saber discernir para mejor decidir-) y sus verdaderas necesidades de evolución y adaptación a nuevas realidades. Es decir, no es un conjunto de ocurrencias, ironías o indicadores de encuestas, sino más bien un estudio profundo  de nuestro yo íntimo, de lo que nos rodea, dentro de un contexto  de modestia y perpetua búsqueda.

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