Chile y las dictaduras

Editorial
OpinionGlobal, 21.07.2024

Una ola antidemocrática recorre el mundo. Si en Europa las tendencias políticas emergentes provienen de la ultraderecha, en América Latina destacan las variantes de ultraizquierda, en particular dictaduras como Cuba, Nicaragua y Venezuela, o bien, regímenes populistas del mismo sesgo como Arce en Bolivia, Petro en Colombia y Boric en Chile (¿y Lula?). Pronto se verá qué implicancias tendrá un eventual triunfo electoral de Trump en EEUU en el proceso regional y global descrito.

En todo caso, la defensa de las democracias no resulta fácil hoy, porque la polarización ideológica y la desinformación imperantes están desfondando las instituciones democráticas.

Tomemos el caso chileno, por ejemplo, cuyo gobierno de izquierda (con un ala marcadamente revolucionaria dentro de la coalición oficialista) busca refundar el país para acabar con su “modelo neoliberal”. De hecho, lo intentó de un solo golpe en el proyecto de la primera convención constitucional y, luego de la dura derrota sufrida en el plebiscito respectivo, el cambio de estrategia ha consistido en cercenar, paso a paso, por aquí y por allá, la institucionalidad del país. En ello, no hay doble lectura, ni “dos almas”.

Esta dicotomía permite comprender mejor la política exterior tan medrosa de la Cancillería frenteamplista en lo que a defensa de la democracia se refiere. Es cierto que el presidente Boric ha sido firme en condenar la agresión rusa a Ucrania y en fustigar la violación de derechos humanos en Nicaragua, pero el país de Zelenski queda muy lejos y criticar a Ortega y su señora no tiene costo político. Al revés, en el gobierno apenas se alude a la larga lista de vulneraciones chavistas, a la vez que Cuba ni siquiera aparece en el radar.

¿Cómo explicar esa contradicción? Muy simple, el gobierno de Boric será siempre intransigente con una dictadura de derecha, aunque condescendiente con las autocracias de izquierda. ¡Pinochet nunca, pero más comprensión con el chavismo y viva la Revolución Cubana! Al respecto, hay que preguntarle más bien al PC chileno, el que recibe fondos de Caracas y que hace pequeñas colectas para ayudar a La Habana.

Nuestra relación con Maduro es, a estas alturas, insostenible: Se trata de un ejecutivo que controla todos los poderes del estado (con instituciones legislativas y judiciales ilegítimas); desde Caracas se orquestó el secuestro y asesinato de un refugiado político venezolano en Chile; la persecución de opositores en la campaña presidencial de ese país está a la orden del día (Argentina y otros países han protestado, pero Chile no); y el político y fiscal general del régimen chavista se jacta de su permanente injerencia en los asuntos internos chilenos. Ni siquiera ha habido cooperación venezolana en materia de inmigración irregular a Chile.

A todo esto, nuestro embajador sigue en Caracas y somos el hazmerreír de los jerarcas chavistas, porque las autoridades nacionales se han limitado a algunas condenas leves y a una diplomática nota de protesta, que no le hacen mella ni a Maduro ni a los suyos.

¿Qué reacción chilena puede esperarse, entonces, ante un probable fraude electoral en Venezuela el 28 de julio próximo? Simplemente, ninguna.

¿Hay alguna esperanza para Venezuela? Sí, los venezolanos han perdido el miedo y se han volcado a las calles. Las encuestas favorecen por amplia mayoría al candidato opositor, el tímido diplomático Edmundo González. Se calcula un diferencial de votos cercano a los 4 millones, que es difícil de ocultar o hacer desaparecer. También cunden los rumores de que los jerarcas chavistas están negociando o preparando su salida del país. Y, la caída de Maduro arrastraría el fin del hoy debilitado régimen castrista.

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