¿Cuál es la Salida a la Profunda Crisis Venezolana?

Embajador Juan Salazar Sparks¹

El abatido gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela parece haber capeado la tormenta creada por la última ola de protestas populares en dicho país. Aun así, la pregunta del millón es: ¿Cuánto más se puede deteriorar la economía venezolana (origen de las manifestaciones)? y ¿Hasta dónde se mantendrá la cruda represión gubernamental (antidemocrática) sin una reacción del resto de la región?

A pesar de los altos precios del petróleo (principal producto exportador venezolano), el país está sufriendo una severa recesión económica: se calcula un decrecimiento del producto nacional en un 2.9% durante 2014; la inflación anual alcanza el 60%; los controles de precio han provocado una escasez generalizada de bienes de consumo; y la tasa de pobreza se ha elevado del 21% al 27%. Es en virtud de tales indicadores que, no sólo se justifica el malestar de la sociedad civil, sino que el nivel de aprobación del gobierno de Maduro se está viniendo abajo, cayendo del 52% de apoyo a fines del año pasado al 35% de ahora. En el campo político, a su vez, Venezuela se encamina -gradualmente- hacia una dictadura populista, dado el control político del régimen, la represión de los opositores (sus líderes están en la cárcel), la falta de libertad de prensa (medios independientes han sido cerrados), y la poca independencia del poder judicial (no hay separación de poderes). Maduro está imbuido de las más descabelladas teorías conspirativas (acusa a la diputada María Corina Machado de magnicida y asesina) y no quiere hacer concesiones a la oposición política.

Por cierto, el referido presidente arguye que él y el legado socialista de Chávez (la Revolución Bolivariana) cuentan con una amplia mayoría de apoyo entre la población y, por lo tanto, acusa a la oposición de “golpista” y de querer desestabilizar el orden político. Sin embargo, al igual que en otras experiencias en el mundo (Túnez, Egipto, Turquía, India), ha habido un cambio paradigmático en la política, desde el momento en que las redes sociales han entrado a jugar un rol clave en las comunicaciones entre los jóvenes descontentos y en la organización de las protestas de estudiantes. Dichas redes no sólo han empoderado a la sociedad civil, a veces reemplazando a instituciones más tradicionales (Congreso, partidos, gremios, prensa), sino que en el caso venezolano han puesto en aprietos a un régimen que solo entiende de relaciones de poder y de medidas represivas. En consecuencia, lo que parece estar en juego en Venezuela es una lucha frontal entre un poder popular que “llegó para quedarse” y la democracia.

Todos sabemos que el fallecido Hugo Chávez era un militar golpista pero populista, que había reaccionado contra la corrupción del sistema político venezolano y las inequidades sociales del país, un admirador, amigo y seguidor de Fidel Castro, así como enemigo declarado de los EE.UU. y solidario con todas las causas revisionistas del mundo (Corea del Norte, Irán, Rusia, Siria). Se hizo del poder para instaurar un proyecto nacionalista de izquierda (nuevo socialismo) sobre la base del ideario del Libertador Simón Bolívar y con el objeto de ganar adeptos tanto dentro de Venezuela como en el continente sudamericano. Se trata de una revolución que usa los recursos de la propia democracia representativa para sustituirla por un régimen ideológico único.

La prematura muerte de Chávez llevó al poder al sucesor designado: el ex sindicalista del metro de Caracas, Nicolás Maduro. Con un perfil bajo, sin mayores antecedentes políticos y carente del carisma de su jefe, presentaba la ventaja de ser un agente cubano reclutado por un ex embajador cubano en Caracas, entrenado por el Departamento América del Partido Comunista Cubano en su “Escuela Ñico López” (1986-87), y un activista por la liberación de Chávez (1992). Esas conexiones llevaron al humilde autobusero a convertirse en diputado nacional (1999) y en un colaborador directo de Chávez, como Canciller (2006) y como Vicepresidente (2012). Sus lealtades al ex líder venezolano y a Cuba nunca han sido puestas en dudas, pero las crecientes críticas por su ineptitud a la cabeza del gobierno y las encuestas adversas, no sólo han colocado a Maduro a la defensiva sino que han abierto una fuerte lucha dentro del chavismo.

¿Cómo se ve la situación venezolana en el resto de los países latinoamericanos? Existiría una amplia mayoría de opiniones respecto del peligroso ambiente de polarización que vive dicho país, sometido a prueba ante el debilitamiento de la democracia y la vulneración de los derechos humanos por parte del régimen. No obstante ello, también se manifiesta un doble estándar al momento de enjuiciar al gobierno de Maduro. Los países del ALBA (Bolivia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, Venezuela y cuatros estados caribeños) han cerrado filas, naturalmente, detrás de la Revolución Bolivariana, como una cuestión de solidaridad ideológica. A pesar de la Carta Democrática Interamericana (2001), la OEA se ha declarado inhabilitada para tratar el caso venezolano, en tanto que la UNASUR se ha limitado a promover -con poco éxito a la fecha- un diálogo entre gobierno y oposición en Venezuela, pero manteniendo un profundo silencio con respecto a los abusos del régimen político (muertos, detenidos y heridos).

Comentario aparte merece la postura de Chile, país que sostiene (incluso con estridencia) que uno de los pilares de su política exterior es la defensa de la democracia y el respeto de los derechos humanos. Sin embargo, hasta ahora no se ha visto muy preocupado de los derechos que le asisten a los jóvenes manifestantes ni a los líderes de la oposición en Venezuela, acusados de fascistas y golpistas por expresar su malestar. Al limitar su apoyo a la gestión de UNASUR sin apoyar igualmente la causa democrática venezolana, da la impresión que al gobierno chileno sólo le interesa la estabilidad del régimen de Maduro. En suma, muchas voces en la región achacan al presidente venezolano ser el principal responsable de la crisis de su país, pero pocos hasta aquí han mostrado el valor a conminarlo a que se abstenga de la tentación totalitaria y que se ajuste al proceso democrático.

El problema, entonces, es que la situación venezolana se irá agravando si no se recupera la economía y/o si el actual gobierno de dicho país no muestra algún atisbo de flexibilización frente a los reclamos opositores. Habrá que ver si la decisión de Maduro de reemplazar al dogmático marxista y ex ministro de planificación, Jorge Giordani, por el más pragmático vicepresidente del sector económico Rafael Ramírez ayudará a enmendar los errores en la conducción económica, o bien, si la mediación de los Cancilleres de UNASUR servirá realmente para encaminar el diálogo entre el gobierno y la oposición para una salida democrática de la crisis.


 ¹ Cientista político y ex diplomático de carrera.-

Bibliografía:
ATWOOD, Roger: Media Crackdown: Chávez and Censorship. ‘Georgetown Journal of International Affairs’, Vol.7 (1) 2006
AZICRI, Max: The Castro-Chávez Alliance. ‘Latin American Perspective’, Vol.36 (2009)
BLANCO, Carlos: Revolución y desilución: la Venezuela de Hugo Chávez. Los libros de la Catarata, Madrid 2002
GOTT, Richard J.: Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana. Foca, 2006.-
SANTODOMINGO, Roger: De verde a maduro. El sucesor de Hugo Chávez. Debate, Barcelona 2013.-
 
Reseñas:

No hay comentarios

Agregar comentario