¿Cuán aislada está realmente Corea del Norte?

Columna
El Diario (Uruguay), 26.12.2017
Emilio J. Cárdenas, abogado y ex representante permanente argentino en la ONU

Como una forma de resaltar su aislamiento respecto de la comunidad internacional, a Corea del Norte se la suele denominar gráficamente: “Estado ermitaño o Estado paria”. ¿Cuánto de cierto hay en ello? ¿Qué nivel efectivo de aislamiento tiene Corea del Norte?

Desde su nacimiento, en 1948, Corea del Norte mantiene relaciones diplomáticas con algo más de 160 países, de los 193 que hoy componen la comunidad internacional. Pero no mantiene con todos ellos relaciones diplomáticas completas. Sólo tiene embajadas en 55 países y opera consulados en 48 de ellos.

En una suerte de contrapartida, son muy pocos los Estados que mantienen misiones diplomáticas permanentes en Corea del Norte. Son 25, en total.

China y Rusia, sus vecinos, tienen –ambos- embajadas abiertas en Pyongyang. Los Estados Unidos, en cambio, no. Es más, los Estados Unidos empujan hoy a la comunidad internacional a reducir sus lazos con Corea del Norte. Y esto está sucediendo. Tan es así que: España, Italia, Kuwait, México, Myanmar, y Perú han expulsado de sus paísesa diplomáticos norcoreanos en los últimos tiempos. A lo que se agrega que los Emiratos Árabes Unidos, Filipinas, Portugal, Singapur y Uganda han suspendido (o cortado) sus relaciones diplomáticas con Corea del Norte.

Como los Estados Unidos, ni la vecina Corea del Sur, ni el cercano Japón tienen hoy relaciones diplomáticas con Corea del Norte.

El nivel norcoreano de relaciones con el resto del mundo es evidentemente escaso. Lo fundamental de la información que llega desde Corea del Norte lo proveen las misiones diplomáticas de Alemania, Gran Bretaña y Suecia, países esos tres que comparten instalaciones en la capital norcoreana. Poco y nada, entonces.

A las misiones norcoreanas en el exterior, los países anfitriones las miran –en general- con alguna desconfianza. No por casualidad, ciertamente. Sino porque, con reiteración, ellas han sido utilizadas tanto para realizar operaciones ilícitas, como para evitar o evadir con distintas maniobras fraudulentas las sanciones económicas que han sido impuestas a Corea del Norte por los Estados Unidos y las Naciones Unidas.

Recordemos que nuestro propio país decidió interrumpir las relaciones diplomáticas con Corea del Norte cuando quedó evidente que los miembros de su misión habían increíblemente incendiado la sede de su representación diplomática en Buenos Aires con el propósito y la pretensión de cobrar el seguro de incendio que habían previamente contratado.

Por lo demás, en Europa, en reiteradas oportunidades, las Misiones diplomáticas norcoreanas alquilan parte de las mismas, ilegalmente por cierto, a algunas empresas locales. Otras realizan importaciones que no debieran hacerse aprovechando las franquicias locales de las que gozan que –sin embargo- no están destinadas –como debiera ser, en principio- al consumo propio de la misión diplomática, sino a la reventa ilegal en el mercado local.

Pero no son sólo los países anfitriones quienes vigilan a las misiones norcoreanas. También el gobierno de su propio país, al que representan. Que lo hace preocupado por la posible deserción de sus propios diplomáticos.

Pese a que, como queda visto, los lazos diplomáticos de Corea del Norte con el resto del mundo son patológicos, lo cierto es que la comunidad internacional se vale de las pocas misiones diplomáticas que algunos países tienen abiertas en Pyongyang para realizar gestiones y trámites que de otra manera serían imposibles.

Esto último es –por ejemplo- lo que ocurrió con la intervención de la representación diplomática sueca el año pasado cuando, a través de ella, se logró acceder a visitar al estudiante norteamericano Otto Warmbier, que había sido arrestado en la capital norcoreana y quien, gravemente enfermo, desgraciadamente falleció muy poco después de haber finalmente podido regresar a su propio país.

Queda visto que el aislamiento exterior de Corea del Norte existe. No es ciertamente total, pero es muy extendido. Y tiene efectos complicados.

Entre otras razones, ocurre que Corea del Norte sólo tiene relaciones comerciales profundas con la vecina China, a través del río Yalu. Ellas, aunque lo sustancial tiene que ver con el capítulo energético, incluyen también intercambios comerciales de diversos productos. Particularmente desde que hay algunas empresas chinas que fabrican en Corea del Norte con el propósito de poder aprovechar los bajos niveles salariales de ese país, ganando así en competitividad.

La fragilidad de Corea del Norte es tal que, tanto China como los Estados Unidos, ha conformado hace muy pocos días un Comité especial conjunto, militar, encargado de seguir de cerca lo que sucede en Corea del Norte y preparar planes de emergencia conjuntos para el supuesto de un posible colapso de su desequilibrada economía o un eventual conflicto.

Esto pese a que China tiene con Corea del Norte una alianza militar vigente desde 1961. Ese nuevo mecanismo facilita el diálogo entre ambas potencias respecto de una nación que preocupa a los dos países. En las que ya han ocurrido hambrunas. Y desde la cual podrían producirse estampidas de población si, de pronto, el terror o la desesperación se abaten sobre ella.

Ocurre que, entre otras cosas, si ese colapso de pronto se materializa, habría que ocuparse hasta de operar las plantas nucleares con las que Corea del Norte genera parcialmente la energía eléctrica que necesita, lo que –por sus riesgos- no es una cuestión menor.

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