Informe presidencial y política exterior

Columna
Brújula Digital, 11.11.2023
Javier Viscarra, periodista, abogado y diplomático boliviano

Esta semana, el presidente Luis Arce presentó ante la nación su informe anual, poniendo especial énfasis en el eslabón más endeble de su administración: la política exterior, un terreno movedizo que ha mostrado a un canciller cuyo desempeño se inscribe entre los capítulos más oscuros de la historia diplomática boliviana.

La sorpresa inicial radica en la decisión de abordar las relaciones internacionales del país. Sin embargo, el asombro fue mayor cuando Arce, con aire triunfal, destacó la “invitación” a la cumbre del BRICS como un hito en la política exterior boliviana. ¿Un hito o un tropiezo maquillado? La reticencia en Sudáfrica sobre la incorporación de Bolivia pintó un telón amargo y eclipsó la pretendida gloria de la mencionada invitación.

De todos modos, el informe del presidente, con su propia lógica, elogió los logros del bloque BRICS, ahora ampliado con seis nuevos miembros. El discurso presidencial pasó de puntillas sobre los grandes eventos multilaterales, focalizándose selectivamente en los estragos del cambio climático, pero omitiendo el envenenamiento progresivo del medio ambiente boliviano por el mercurio. También hizo caso omiso de las críticas ambientales tras la postura boliviana en la Cumbre Amazónica, donde se negó a respaldar la “deforestación cero”. Mientras el país arde, literalmente, entre otros por incendios de origen provocado para expandir la frontera cocalera, el informe se sumergió en un penoso silencio.

En cuanto a la hoja de coca, se anunció que el gobierno la incluirá en su proceso de industrialización. Una ambición ya planteada por Evo Morales en 2006, que tropezará inevitablemente con la Convención de Viena. Un desafío casi imposible para una cancillería que parece carente de la pericia necesaria.

Sobre los dos conflictos bélicos internacionales, una vez más, se revela la inclinación de nuestra posición internacional hacia afinidades políticas circunstanciales. Arce, sin titubear, condenó la violencia de Israel, una postura con sustento. Sin embargo, guardó silencio sobre Hamás, la organización política que encabeza Palestina y que desencadenó el conflicto con una intervención cruenta contra Israel, que involucró una masacre de más de 1.400 personas, principalmente civiles.

Las razones que llevaron a Bolivia a ser el único país en el mundo en romper relaciones diplomáticas con Israel permanecen en la penumbra, sin explicación y ni una sola mención en el discurso.

Respecto la invasión rusa a Ucrania, el presidente mantiene una postura de abstención, contraviniendo supuestos principios gubernamentales de respeto a la vida.

En su discurso, que convirtió a la política exterior en unos de sus ejes, Arce eludió proporcionar detalles sobre las acciones de la cancillería tras los juicios que Bolivia perdió en la Corte Internacional de Justicia. La falta de una agenda post La Haya y la hoja de ruta, que más parece un acuerdo aduanero y policial que un nuevo enfoque en las relaciones con Chile, deja la sensación de un enorme vacío. Respecto a las aguas del Silala, un año después del fallo, Bolivia goza de libertad de acción sobre los canales artificiales, pero no se dijo nada.

Finalmente, este miércoles Mayta asume como nuevo juez del Tribunal de Justicia de la Comunidad Andina. Su éxito en forzar la renuncia del magistrado boliviano Gustavo García Brito, acusado injustamente por el Gobierno, le abrió un espacio para que Mayta tenga donde ir a trabajar, pero plantea la pregunta: ¿Será esto lo mejor para la diplomacia boliviana?

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