Los Brics: una opción inconveniente e inoportuna

Editorial
La Nación, 29.08.2023

Sorpresivamente, el presidente Alberto Fernández anunció una semana atrás el ingreso de la Argentina al bloque de los BRICS a partir de 2024. Este grupo, conformado por Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica, decidió incorporar no solo a nuestro país, sino también a Egipto, Etiopía, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos e Irán.

Los cuestionamientos desde distintos sectores de la oposición política y de la sociedad a esa decisión se hallan plenamente justificados.

En primer lugar, porque una determinación de tamaña importancia, que hace a la identidad de nuestra nación, no debería ser adoptada de manera unilateral por un gobierno con prescindencia de los necesarios consensos con las principales fuerzas políticas representadas en el Congreso. Mucho menos si quien toma esa decisión es un presidente al que restan poco más de tres meses de mandato legal y cuya coalición política acaba de sufrir un importante traspié en las elecciones primarias, con un rechazo superior al 70% del electorado.

Teniendo en cuenta que los dos principales candidatos presidenciales que competirán con el oficialismo, Javier Milei y Patricia Bullrich, han manifestado su oposición a la incorporación de la Argentina a los BRICS, lo menos que debió hacer el actual primer mandatario era consultarlos.

Una segunda razón para rechazar esta decisión deriva de las circunstancias internacionales en que se produce, signadas por la invasión del territorio de Ucrania por la Federación Rusa, dispuesta en febrero del año pasado, en abierta violación del orden internacional regido por el sistema de las Naciones Unidas.

Nuestro país carece hoy de una política exterior coherente al servicio de los intereses nacionales y respetuosa de los valores que nos transmitieron los padres fundadores de la patria

Por último, resulta impropio que la Argentina participe de un grupo de países a los que ha sido especialmente invitada la República Islámica de Irán, cuyo régimen promueve la destrucción del Estado de Israel y el uso del terrorismo, del que los argentinos hemos sido víctimas, sin haber podido hasta el momento lograr que se juzgue a funcionarios iraníes a los que se ha acusado de ser responsables del atentado contra la AMIA, ocurrido en 1994.

Puede concluirse así que la incorporación de la Argentina a los BRICS no solo es inconveniente desde muchos puntos de vista, sino también inoportuna, tanto por la repudiable escalada bélica de las fuerzas rusas sobre Ucrania como también por la posición ofensiva que viene exhibiendo el régimen de la República Popular China sobre Taiwán.

Nada de esto impide que la Argentina procure mantener relaciones comerciales con todos los países, por cuanto las naciones no tienen amigos ni enemigos permanentes, sino intereses permanentes. Pero lo cierto es que, lamentablemente, durante las gestiones presidenciales kirchneristas y, en particular, a lo largo del gobierno de Alberto Fernández, nuestro país ha carecido de una política exterior coherente al servicio de los intereses nacionales y respetuosa de los valores que nos transmitieron los padres fundadores de la patria.

Se ha señalado que el bloque de los BRICS representa actualmente el 25% del PBI mundial, aunque solo China concentra alrededor del 18%. No debería, por eso, dejarse de lado que el G-7 y la Unión Europea suman alrededor del 51% del PBI global. Sería interesante reconsiderar las supuestas ventajas de integrarnos a aquel grupo de países, sobre todo en momentos en que la economía rusa está prácticamente aislada del mundo y que China está ofreciendo algunas señales de interrupción de su espectacular crecimiento económico.

Más allá de esas consideraciones, los argentinos deberíamos debatir si, como ha afirmado el presidente Fernández, el ingreso a los BRICS ayudará a “formar el mundo que siempre soñamos”. ¿O acaso los argentinos podemos sentirnos identificados con el afán belicista o con las violaciones de los derechos humanos que imperan en algunos de los países que conforman ese grupo?

Debería quedarnos claro que nuestro lugar está en el mundo occidental y democrático, y que las legítimas ansias de protagonismo económico ninguna relación tiene con la errática política exterior que, en los últimos años, ha apañado a regímenes autoritarios, como los de Venezuela, Nicaragua y Cuba, y ha desalentado la llegada de inversiones.

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