Los silencios sobre Venezuela

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República, 01.08.2017
Inocencio Arias, diplomático (r) y ex representante permanente español ante la ONU

Aunque el eco suscitado en España por la tragedia venezolana supera con creces al que obtiene en Francia, Gran Bretaña o incluso Estados Unidos, la noticia aparece desde hace semanas casi a diario en todos los medios de información del mundo.

Dentro del clamor generalizado sorprenden algunos silencios prolongados. En nuestro país el de Podemos. Hay que concluir que tiene dos causas. La primera que hay claras coincidencias ideológicas entre nuestro grupo político y el régimen de Maduro. No puede, sin embargo, ser la única. Es difícil que la totalidad de la cúpula de Podemos crea que Maduro en estos momentos esté actuando correctamente suplantando a la democracia y encarcelando a centenares de personas. Todos no pueden pensarlo. La segunda razón, en consecuencia, es que Maduro sabe y tiene la documentación que prueba que Podemos ha recibido jugosas subvenciones de Caracas. Por lo tanto, no es sólo que uno es reacio a ensuciar la imagen de quien te ha dado de comer, es que la revelación detallada, aún incompleta, de las cantidades recibidas por los dirigentes podemitas causaría en España una pobre impresión que dañaría los resultados electorales del grupo. No olvidemos que los numerosos enemigos de Podemos se darían un festín con las revelaciones de Maduro.

Igualmente chocante es el silencio de varios países iberoamericanos. Es cierto que Argentina, Méjico, Brasil, Chile, Perú… vienen denunciando las fechorías de Maduro. El Secretario General de la OEA las ha condenado con rotundidad. Sin embargo, otros, Cuba, Nicaragua, Bolivia, Ecuador… callan. En los dos primeros tiene una lógica no sólo política sino económica, Cuba recibe abundante petróleo venezolano a un precio muy ventajoso. En otros, sin embargo, el silencio atruena.

Lo que nos lleva, como conclusión, a la distinta reacción que se produce en Latinoamérica y otras partes del globo en función de que las fechorías sean cometidas por un gobierno tildado de derechas u otro de izquierdas. En el primer caso, la indignación es ruidosa y colectiva, la derecha es apestosa, se dice, el imperialismo yanqui está disfrutando, etc… Cuando el autor de las barrabasadas antidemocráticas es un régimen de izquierdas, la indignación es más sosegada y hay un montón de actores que miran para otra parte o que, de alguna forma, aplauden.

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