Quo vadis Brasil? Es hora de un cambio de fondo

Autor: Embajador Juan Salazar Sparks*

La campaña presidencial brasileña se definió el 26 de octubre pasado con una estrecha victoria de la actual mandataria Dilma Rousseff, gracias al trabajo del Partido de los Trabajadores (PT), al fuerte apoyo del ex presidente Lula y a que una parte importante del electorado, si bien insatisfecho ante los problemas de corrupción, seguridad y estancamiento instalados en Brasil, temió la suspensión de los programas sociales (bolsa de familia) instaurados durante la dinastía del PT si votaba por la oposición liberal de Aecio Neves. Con ello, los brasileños parecen haber votado por el pasado y el continuismo, en lugar del futuro y de las reformas que su país necesita hace rato.

Esta contraposición entre status quo y cambio en Brasil es clave, no sólo por la verdadera parálisis que está sufriendo dicho país en relación a su potencial de desarrollo sino por los efectos que ejerce este gigante en el resto de la región (la "China de América Latina''). En ambos casos, el estancamiento económico y el aislamiento internacional, requieren ser reemplazados por reformas estructurales que abran y modernicen la economía brasileña y que impulsen una política exterior menos ideológica y más regionalista. Explicamos, a continuación, estas dos manifestaciones negativas que son propias del fenómeno populista latinoamericano actual.

En primer lugar, y a pesar de sus variadas y múltiples competencias, Brasil no ha querido progresar a través de una mayor internacionalización económica y política. Su mercado interno es grande y supuestamente autosuficiente, pero también muy proteccionista y no competitivo, la actividad económica está afectada por la burocracia y la corrupción, el ingreso promedio de los brasileños es bajo y la inequidad socioeconómica del país la más alta de América Latina. La respuesta a estos problemas endémicos no son los campeonatos mundiales de fútbol, ni las olimpiadas o las consignas populistas. Tampoco basta la solidaridad social del PT. Brasil debe aprovechar todas sus potencialidades para reinventarse como una economía moderna y como una potencia nueva a seguir.

En segundo lugar, la tradicional mirada hacia el interior del Brasil (inward looking) no puede ser reemplazada ahora por un tercermundismo en los BRICS y la postulación a una membrecía permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU para jugar en las grandes ligas. Con ello, Brasil sólo se distancia de la región, a no ser que prefiera aliarse con los gobiernos populistas de la misma (los Castros, Maduro y compañía). Su anticuada estrategia respecto del Mercosur (para contener a la Argentina) ha frenado las expectativas y el desarrollo de Paraguay y Uruguay, en tanto que su ''invento'' de la Unasur (para contrapesar a los EE.UU. y la OEA) ha sido una instancia irrelevante para la cooperación política y la integración económica regionales. Para colmo, la diplomacia brasileña no ha querido defender la democracia en Venezuela, ni la libertad de prensa en otros países de la región, es cómplice de los desatinos del actual gobierno argentino, y prefiere que sus empresas inviertan en grandes proyectos e infraestructuras de Cuba o Venezuela.

Brasil es el líder natural de América Latina y, como Alemania en la UE, debería ser el motor económico de la región. Pero, su autarquía económica es tan anacrónica y su liderazgo político tan reacio (reluctant hegemon) que solo ha llevado a crear un vacío, aprovechado en la actualidad por las experiencias populistas tanto internas (Rousseff) como externas (influencia del ALBA).

Comentario aparte merecen las relaciones chileno-brasileñas. Aunque el intercambio de inversiones binacionales ha ido en aumento, las exportaciones chilenas todavía luchan contra las restricciones brasileñas. Si bien los lazos entre los sectores privados de ambos países se han fortalecido, los vínculos oficiales languidecen. Desde un punto de vista geopolítico, las relaciones bilaterales se vieron favorecidas en el pasado por la falta de fronteras comunes (fuente de problemas). Hoy, en cambio, esa misma situación las estaría desmejorando ante la falta de intereses comunes.

Otra explicación es que no existían afinidades políticas entre los gobiernos anteriores de ambos países (Rousseff-Pinera e incluso Lula-Lagos/Bachelet). En Brasilia se consideraba a Chile no sólo un socio menor sino que un aliado ''díscolo'', que prefería un modelo de desarrollo liberal, se posicionaba cerca de los EE.UU. y del libre comercio continental, y mantenía estrechas relaciones con México y promovía la Alianza del Pacífico, en lugar de insertarse en el Mercosur y en una zona sudamericana de influencia brasileña. La posibilidad de que se plantee ahora una mayor afinidad ideológica con el tándem Rousseff-Bachelet se desprende de las primeras declaraciones del Canciller Muñoz al asumir su cargo, en el sentido de que la Administración Piñera había descuidado la relación con Brasil. También dio señales que Chile buscaría acercarse más al Mercosur que a la Alianza del Pacífico, lo que rectificó más adelante con un interés por la convergencia entre ambos esquemas subregionales.

Hay dos problemas que el aludido ministro parece no entender bien. El primero es que, si el Mercosur está agonizando la Alianza del Pacífico está ''vivita y coleando''. La convergencia entre ambos sistemas es prácticamente imposible, salvo en el hipotético caso de que uno se abra y abandone el proteccionismo, o bien, que el otro se politice y decida asumir el populismo. Puede que las dos presidentas estén pensando en imponer un fuerte capitalismo de estado en sus respectivos países, donde la solidaridad social sea a costa del crecimiento, pero en la campaña en Brasil se abrió un gran debate acerca del estancamiento de la economía y otro tanto ocurre en Chile con la seguidilla de reformas poco claras que se quieren implementar. La segunda cuestión dice relación con una realidad política inobjetable: la relación asimétrica chileno-brasileña no pasa por una buena disposición chilena sino por la voluntad brasileña.


¹ Cientista político U. de Chile y ex diplomático de carrera

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