Rafael Correa, atribulado

Columna
El Heraldo, 09.07.2018
Carlos Malamud, historiador e investigador (Real Instituto El Cano)
Gracias a su errónea manera de entender la justicia, Bélgica podría convertirse en un cementerio de políticos extranjeros

Después de su salida del poder y de su enfrentamiento con Lenín Moreno, las cosas no han dejado de empeorar para Rafael Correa. Su situación se complicó aún más tras la decisión de la justicia ecuatoriana de pedir su prisión preventiva por un “crimen de Estado”, como consecuencia del secuestro fallido de un político opositor en Bogotá en agosto de 2012, cuando era presidente.

Con su mejor estilo confrontacional y haciendo gala de un reciente victimismo, ha pasado al ataque. Según él, todo responde a un compló enemigo para apartarlo de la vida política. Sin embargo, todas sus declaraciones fueron hechas desde su dorado retiro bruselense desde donde amenaza pedir asilo si los jueces de su país pretenden seguir adelante y encarcelarlo. Y agrega que no se “suicidará” volviendo a Ecuador.

Gracias a su errónea manera de entender la justicia, Bélgica podría convertirse en un cementerio de políticos extranjeros empeñados en vulnerar la legalidad, esos que deberían ser políticos presos y no presos políticos. El español (catalán) Carles Puigdemont marcó un camino al que podría sumarse Correa, si los jueces belgas, abusando de su generosidad, entienden que no ha delinquido.Los aliados bolivarianos han salido en su defensa.

Evo Morales, olvidándose de la no intervención en asuntos de terceros países, rechazó la solicitud de prisión contra Correa mientras denunciaba la politización de la justicia ecuatoriana y la injerencia (más imaginaria que real) de EU en este tema. Nicolás Maduro intentó darle una dimensión regional al asunto y twiteó: “Primero, Cristina. Luego, Lula. Ahora, Correa. Cese a la persecución contra los líderes auténticos de nuestra América. La Revolución Bolivariana se solidariza con el pueblo de Ecuador”.

Algunas reacciones son muy llamativas. Mientras ocupó la Presidencia y en sus múltiples encontronazos con la prensa, Correa no dejó de recordar a los periodistas que las leyes estaban para ser cumplidas, insistiendo en la independencia del Poder Judicial. Incluso hace un año repitió aquello de que “el principal peligro para una verdadera democracia es la prensa corrupta y sus periodistas deshonestos”. Tanto o más curiosos son los dichos de Morales y Maduro. Habría que recordar las airadas reacciones de este último ante los pedidos internacionales de liberar a Leopoldo López y otros presos políticos. El relato bolivariano rescataba la intocable soberanía venezolana y la obligación de los gobiernos de no meterse donde no se les llama. Pero lo que se prohíbe a otros no sirve para el chavismo.

Las acusaciones contra Correa son serias. El intento de desembarazarse de un opositor, previamente aliado, por lo mucho que sabía de la corrupción pública, no puede despacharse de un plumazo bajo el argumento del compló.

Lo que debería hacer Rafael Correa, si le queda algo de la dignidad que dijo encarnar cuando lideró la transformación de su país, es regresar a Ecuador para someterse a la jurisdicción de los jueces. Sus principales aliados tanto dentro como fuera de América Latina también deberían llamarse a silencio y dejar que actúe la justicia ecuatoriana.

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