Tomar a Maduro en serio es darle lo que no merece

Columna
El Montonero, 20.10.2017
J. Eduardo Ponce Vivanco, embajador (r) y ex viceministro de RREE peruano
Una tiranía que aprovecha la inagotable paciencia de su pueblo

Las “auto-elecciones” son las bromas electrónicas de Maduro para demostrar que los venezolanos apoyan masivamente las penurias que les inflige el chavismo. Pero el sentido del humor requiere un mínimo de refinamiento, impensable en el sucesor del desviado bolivarianismo de Hugo Chávez.  Sus grotescas farsas y delirios políticos son argumento suficiente para no tomarlo en serio (como la desarticulada oposición  que participó en el simulacro electoral del domingo),  o los gobiernos que reaccionan seriamente cada vez que Nicolás denuncia  las siempre inminentes invasiones del “señor Trun”, jefe supremo del Imperio del Mal.

Uno de los ejemplos más tristes de la “seriedad” que se le atribuye implícitamente son los diálogos espasmódicos que no se cansa de proponer, feliz de encontrar siempre políticos dispuestos a entrar en el mismo juego en el que han caído desde el Vaticano hasta el risueño Rodríguez Zapatero, amén de otros correctísimos apóstoles de América Latina.

Bien hizo Torre Tagle al promover el Grupo de Lima para que los países de mayor peso regional coordinen posiciones, evitando así que la comunidad internacional asuma que los latinoamericanos somos indiferentes al martirio venezolano. Bastan sus breves y concisos comunicados para develar las mentiras de una tiranía manejada desde La Habana, que aprovecha la inagotable paciencia de un pueblo que todavía tolera la privación de las libertades, presos políticos por doquier, brutalidad policial, torturas, manipulación política de la justicia, burla a la representatividad democrática del Congreso, hiperinflación, alimentos y medicinas racionados o inexistentes, corrupción alarmante en todos los niveles de gobierno. Y también unas Fuerzas Armadas controladas por el grupo de narco-militares llamado el “Cartel de los Soles”, además de un largo etcétera de barbaridades que provoca oleadas de migrantes y refugiados a las naciones vecinas.

Es la crisis total del chavismo que Maduro celebra sardónicamente en sus interminables discursos, homenajes interdiarios al inolvidable cómico cubano Tres Patines. ¿Cómo tomarlo en serio? ¿Por qué seguir apoyándolo, como se resigna a hacerlo el gobierno de Lenin Moreno; o como lo harán siempre la Bolivia de Evo Morales, la Nicaragua de Daniel Ortega y el comunismo castrista?

Lo discordante en el Grupo de Lima es hayan surgido quienes, tal vez estimulados por las angélicas invocaciones papales, parecen dispuestos a inmolarse en la trampa de otro diálogo madurista para adormecer a la MUD. Esperemos que la parodia electoral a la que, ingenuamente, se prestó de nuevo la zarandeada oposición, sea el último conato de conversaciones con el impávido chavismo, que solo es capaz de hablar con su propio espejo.

Lo que sería interesante ensayar es que los agrupados en Lima se aproximen a gobiernos como los de China y Rusia que, insensibles a las atrocidades que se cometen en Venezuela, sostienen económicamente a Maduro. Es probable que la vocación internacional del presidente Xi Jingpin pueda valorar debidamente la posición de los Estados más importantes de América Latina y el significado político de lo que constituye una expresión de dignidad regional frente al oprobio de la crisis venezolana. Así como Pekín trata de encontrar vías inteligentes de evitar las locuras atómicas de Corea del Norte, se le podría sugerir, por ejemplo, que interponga sus buenos oficios para que Cuba haga entrar en razón a Nicolás Maduro y sus militares. Después de todo, el Partido Comunista chino debe tener muy presente que Raúl Castro anunció, solemnemente, que se retirará de la Presidencia de su país el 18 de febrero del próximo año. A la vuelta de la esquina.

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