Una Propuesta de Solución para la Cuestión Boliviana

Embajador Juan Salazar Sparks¹

Un enfoque meramente jurídico no basta para tratar todos los vericuetos del tema boliviano. Entre las consideraciones geopolíticas, hay que revisar a fondo, por ejemplo, la posición vecinal chilena, caracterizada -por lo general- como pasiva, reactiva y confusa. En lo que atañe concretamente a Bolivia y Perú, no solemos identificar objetivos concretos (salvo generalidades como “estrechar nuestras relaciones bilaterales”), ni tampoco fijamos claramente nuestras prioridades entre los dos países. Nuestra posición tiende a debilitarse si los mensajes que enviamos a los vecinos son cambiantes, contradictorios o poco claros. Nuestro objetivo final debe ser construir un polo de integración subregional entre el sur del Perú, el Altiplano boliviano y el norte de Chile. Sin embargo, puede que Perú no quiera perder su frontera común con Chile, que a Bolivia no le interese la integración entre los tres países, y que Chile se vea al final obligado a optar por uno de sus dos vecinos nortinos, ya que hasta ahora el “juego a dos bandas” (mantener a Bolivia y Perú en un mismo plano) nunca nos ha redituado.

Nunca han sido fáciles nuestras relaciones con Bolivia. Tanto es así, que en la Cancillería chilena se ha acuñado un viejo precepto que dice que “la mejor relación con Bolivia es la no relación”. Ahora que avanzamos hacia una aparente definición judicial de la reivindicación marítima boliviana en La Haya, es bueno dilucidar las percepciones confusas, contradictorias e incluso erradas que existen en La Paz y en Santiago tanto sobre el problema de fondo como con respecto a las motivaciones de la contraparte.

Primero que nada, es bueno aclarar a la contraparte boliviana que Chile no le debe nada a Bolivia, no está obligado a negociar el tema marítimo con ella, ni las múltiples conversaciones sostenidas en el pasado sobre la materia constituyen derechos adquiridos o “expectaticios” bolivianos. Cualquier diálogo sobre este particular no puede sino plantearse sobre la base de las expectativas e intereses de las dos partes, tanto del que demanda como del que concede. Un segundo punto es que, para la contraparte chilena, es esencial poder entender qué es lo que realmente agita el irredentismo boliviano. No es una cuestión de conectividad física ni de vulnerabilidad económica, pues Chile le reconoce a Bolivia el más amplio régimen de libre tránsito (Tratado de 1904) y siempre ha estado llano a conceder el libre acceso de los productos bolivianos al mercado chileno. No, el tema de fondo no es la mediterraneidad boliviana sino algo más profundo e intangible.

La reivindicación marítima boliviana es, esencialmente, una causa emocional, una idea que une a todos los bolivianos y que los define como nación. No es el fin mismo el que importa (salida al mar) sino contar con una causa común. Para ellos, el movimiento a favor de una salida soberana y efectiva al mar es como el oxígeno para cualquier ser humano. Si no existiese ese reclamo, el país altiplánico estaría dividido en regiones irreconciliables y -partes de su territorio- abogando por el separatismo. Tan fuerte es, entonces, el sentimiento en cuestión, que podría darse la situación extrema e irracional de que Chile ceda una franja territorial o un enclave marítimo (ambos soberanos), a pesar de lo cual Bolivia plantee reclamaciones adicionales (marítimas o territoriales) con el objeto de mantener viva su razón de ser como estado.

Existe, sin embargo, otro camino diferente y más viable para solucionar la susodicha cuestión marítima, pero que implica reorientar el irredentismo boliviano hacia un gran proyecto de desarrollo e integración regionales. En ese sentido, el mensaje chileno a La Paz tiene que ser inequívoco: lo que está en juego no es la mera entrega de soberanía de un país a otro sino cómo la cooperación entre ambos puede asegurar la futura prosperidad de sus pueblos. El objetivo final de cualquier diálogo bilateral es alcanzar relaciones armoniosas entre las partes para trabajar en favor de la integración regional y del desarrollo económico integral de nuestras naciones. Una propuesta concreta sería la creación de un polo de desarrollo chileno-boliviano-peruano, cuyo éxito depende de cinco condiciones básicas:

  1. Restablecimiento de las relaciones diplomáticas chileno-bolivianas.- No se entendería que dos naciones que quieren poner término a un largo período de desencuentro, dejando sus desconfianzas a un lado y apostando por el futuro de sus pueblos, no normalicen sus relaciones diplomáticas;
  2. Cesión chilena a Bolivia de una franja territorial soberana y efectiva al mar, que corra pegada a la frontera chileno-peruana.- Como los enclaves podrían ser fuente de futuros problemas, lo más conveniente pareciera ser la fórmula de un corredor que no parta el territorio chileno;
  3. Explotación conjunta de los recursos de agua y gas.- Bolivia debe recompensar la cesión territorial chilena y, de paso, hacer un aporte al proyecto de un polo de desarrollo en la región. Con esa doble finalidad, podría poner a disposición de las partes recursos que son importantes para la zona en cuestión (agua y gas), cuya administración debería ser previamente acordada con garantías de terceros;
  4. Consulta al Perú e invitación a dicho país para que participe en un esquema trilateral de integración física y económica regional.- Un corredor soberano boliviano por territorios que fueron peruanos requiere de una consulta formal a dicho país. Perú ha manifestado que no quiere perder la continuidad de su frontera con Chile, ante lo cual nuestro país debería hacer una propuesta atractiva para los intereses peruanos; y
  5. Plebiscito nacional para que el pueblo chileno apruebe el proyecto en cuestión.- La cesión de soberanía chilena a Bolivia y otros cambios resultantes del esquema de integración supranacional, requieran de una aprobación explícita por parte de la ciudadanía chilena.

¹ Cientista político y ex diplomático de carrera.-

Reseñas:
“Coincido en un 99% con el artículo. Sólo no concuerdo con exigir una compensación boliviana que dependa de ellos (agua y gas) y se prolongue en el tiempo, ya que cambian de un día para otro, y tampoco la idea de un plebiscito nacional porque resulta inconstitucional”. M. A. Schweitzer (1.06.2014).

No hay comentarios

Agregar comentario