La crisis político-electoral de Bolivia

Columna
Realidad y Perspectivas, N*87 (agosto 2020)
Andrés Guzmán Escobari, economista y diplomático boliviano

La crisis político-electoral que atraviesa Bolivia desde octubre del año pasado, cuando Evo Morales y su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), intentaron perpetrar un gigantesco fraude electoral, se ha profundizado ahora con una crisis de gobernabilidad, resultado de al menos tres factores: los intentos desestabilizadores del MAS, los efectos económicos y sociales del nuevo coronavirus y la incapacidad del actual gobierno.

Ahora que la curva epidemiológica de Bolivia se encuentra en pleno ascenso, estimando alcanzar su punto más alto a mediados de septiembre, el MAS, con Morales y su candidato-delfín Luis Arce a la cabeza, han decidido movilizar a la gente que aún los apoya para cercar las ciudades y asfixiarlas, privándolas de comida, medicamentos y oxígeno, desesperadamente requerido por los enfermos de Covid-19.

Ciertamente, con una estrategia que parece haber resignado la posibilidad de recuperar el poder por la vía democrática, los militantes y grupos afines al MAS han bloqueado las principales carreteras del país, impidiendo el paso de insumos vitales para muchísimas personas, con el fin de expresar su rechazo a la nueva postergación de las elecciones generales (del 6 de septiembre al 18 de octubre) y pedir la renuncia de la presidente constitucional Jeanine Añez.

Decimos que parecen haber resignado la vía democrática porque las encuestas de intención de voto indican que la dupla Arce-Choquehuanca no obtendrá suficientes votos como para ganar en primera vuelta, es decir con el 51% de los votos o con un 40% y una diferencia de 10 puntos porcentuales con el segundo, y en segunda vuelta no tendría ninguna posibilidad, porque el voto duro del MAS se ha reducido de más del 60% en sus mejores momentos, a menos del 30% actualmente.

Un segundo factor, es que los bloqueos y cercos, que en muchos casos incluyen métodos violentos y hasta terroristas, le restan votos al MAS y aunque los líderes masistas lo saben, no hacen nada por impedirlos. No hanordenado a sus bases que loslevanten hasta ahoraporque la estrategia, talcomo lo hanadvertidolosmismosbloqueadores, esdesestabilizar y derrocar al gobierno. Seguramente, la idea esretomar el poderya sea a través de unasucesiónconstitucional que le dé la presidencia a la actual presidenta de la cámara de senadores, la masista Eva Copa, o simplementemediante un golpe de Estado que reponga a Evo Morales en la sillapresidencial.

Bajo esas condiciones, la eliminación de la personería jurídica del MAS para que no pueda participar en las elecciones, que varios grupos sociales y partidos políticos han venido exigiendo al Tribunal Electoral –primero por el fraude del año pasado y después por los comentarios que hizo el candidato Arce sobre unas encuestas que la ley electoral prohíbe divulgar–, les vendría muy bien a los masistas para seguir con su estrategia de victimización y sus planes desestabilizadores.

A esta difícil situación, agravada por la falta de equipo y personal médico para atender a los enfermos por Covid-19 y con las dificultades económicas que buena parte de los bolivianos están atravesando por la cuarentena, se suman los inconvenientes que están enfrentado las autoridades de gobierno para generar certidumbre y confianza en la población, puesto que, lejos de hacer frente a la pandemia y controlar las manifestaciones y bloqueos, han dado muestras de incapacidad y debilidad en el manejo de la crisis.

En medio de todo esto, quedamos los ciudadanos que vemos con incertidumbre y preocupación lo que pueda venir, pues si bien ya se alcanzó un acuerdo entre los poderes del Estado involucrados para celebrar las elecciones generales el 18 de octubre –lo que al menos permitió distensionar los ánimos y desmovilizar a buena parte de los bloqueadores–, aún quedan los grupos más radicales del MAS que han anunciado que continuarán bloqueando las carreteras hasta obtener la renuncia de Añez.

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