Una Mujer joven en el timón de Nueva Zelanda

Columna
El Diario (uruguay), 23.10.2017
Emilio Cárdenas, ex representante permanente argentino en la ONU

Jacinda Ardern tiene sólo 37 años y, pese a ello, se apresta a transformarse en la nueva primer ministro de Nueva Zelanda. Presumiblemente lo hará encabezando a su partido, el Laborista, en una coalición con los nacionalistas y los verdes. Su acceso al poder supone, cabe advertir, un relativo cambio de rumbo político para su país. Tanto en lo interno, como en materia de política exterior. El laborismo neozelandés no ha estado en el poder de su país por espacio de casi una década.

Jacinda Ardern tiene entre sus antecedentes el de haber actuado como asesora política del ex premier británico Tony Blair. Será la tercera mujer de la historia que acceda a empuñar el timón del gobierno neozelandés.

Su aspecto exterior nos recuerda inevitablemente al de María Eugenia Vidal, incluyendo su fácil sonrisa y su lenguaje corporal. No obstante, Jacinda es 7 años menor que María Eugenia. Comparada con Cristina Fernández de Kirchner, parece de otro planeta. No sólo porque la ex presidente argentina tiene 64 años, sino porque el discurso de Jacinda es moderno y el de Cristina absolutamente pretérito, clavado en un pasado que Cristina confunde con el presente.

En su labor, Jacinda Ardern seguramente pondrá el acento en mejorar los servicios públicos. Pero también ha anunciado que será dura en materia de inmigración y que impondrá nuevas restricciones al acceso de los inversores extranjeros a los activos neozelandeses, especialmente respecto de la propiedad inmueble, urbana y rural.

Quizás por esto último, la moneda neozelandesa cayó velozmente un 1,6% contra el dólar, en cuanto se conoció que el Laborismo había sido exitoso en la formación de una coalición de gobierno.

Para nuestro país es importante agregar que Jacinda procurará renegociar algunos de los términos del acuerdo del Trans-Pacífico, probablemente para incorporar algunos conceptos restrictivos. En esto habrá entonces un relativo cambio de dirección en el gobierno neozelandés. Una de sus preocupaciones es la de volver a analizar los actuales mecanismos para la solución de controversias entre los miembros del referido acuerdo.

Para Nueva Zelanda, que recibe un fuerte flujo inmigratorio, el acceso de Jacinda al poder seguramente significará también restricciones a ese flujo.

El cambio de rumbo neozelandés presumiblemente no será dramático, pero la actitud de apertura comenzará a ser restringida y cuando el rumbo se altera en esa dirección, las restricciones son difíciles de moderar y pueden de pronto transformarse en una paralizante “bola de nieve”.

El acceso del nacionalismo a la coalición de gobierno neozelandesa puede también poner presión sobre la actitud general de apertura económica que ha prevalecido en Nueva Zelanda en los últimos tiempos. Si esto ocurriera, Nueva Zelanda será un país distinto. A mi modo de ver, algo menos atractivo.

La fulgurante carrera política de Jacinda Aldern sorprende positivamente. Pero el cambio de rumbo que propone puede impactar adversamente en la enorme atracción que su país hoy genera frente al resto del mundo.

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